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miércoles, mayo 1, 2024

Esta noche se realizará el homenaje al músico local Pablo “Rosca” Mazzaro en el teatro Brazzola

Será una noche mágica, llena de recuerdos, sorpresas y mucho rock en el Teatro Municipal Brazzola desde las 20. Los chascomunenses Martin Villulla (MARTON MARTON), Pedro Pertusi (PETER MAZDA), Fran Nápoli, Sebastián Yaques Borro (PERRO SALCHICHA) y Manuel Guzmán (OVO) fueron influenciados por su música. Por eso esta noche subirán al escenario para ser parte del tributo: “Gracias por Siempre Dr. Rock”.

El ícono del rock chascomunense Pablo “Rosca” Mazzaro recibirá hoy un merecido homenaje en el teatro municipal, junto a invitados y músicos locales. De esta forma se invita a toda la comunidad a disfrutar de este reconocimiento programado para este jueves, 6 de abril, a las 20hs en el Teatro Municipal Brazzola, en el marco de las actividades de Semana Santa.

Se trata del tributo “Gracias por Siempre Dr. Rock”, a cargo de destacados músicos locales como: Martin Villulla (MARTON MARTON), Pedro Pertusi (PETER MAZDA), Fran Nápoli, Sebastián Yaques Borro (PERRO SALCHICHA) y Manuel Guzmán (OVO) que fueron influenciados por su música, el mensaje de sus canciones y el personaje, figura que inspiró a distintas generaciones.
Las entradas se encuentran a la venta a $2000 en la boletería del Teatro Brazzola.

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Contracultura rock

Pablo “Rosca” Mazzaro, con su banda La Piesa, representa al rock and roll en Chascomús. Siendo profesor de música, enseñó a tocar la guitarra e influyó a la mayoría de los músicos del pueblo.

A los diez años, escuchó Help! de los Beatles, el disco que uniría su vida con la música. A los 14 años empezó a formar bandas. Espectros, Los Tickets, Los NN, Franklin y sus termómetros, Psicofármacos, para finalmente formar la banda que marcaría su vida: La Piesa. Ser la contracultura rock en un pueblo tradicional.La Plata. Pablo Mazzaro todavía no es el Rosca. Tiene diez años y está sentado en la casa de la tía. Las primas de 14 y 15 años bailan al ritmo de algo nuevo, algo que Pablo nunca había escuchado. Suena el disco Help! de la banda inglesa “The Beatles”.

Posiblemente sea ese el momento en que se pueda cristalizar todo lo que vendrá. El día en que su vida y la música se fundieron en una sola cosa. Borges le diría a ese chico de diez años que baila con sus primas, que ese día se encontró con su “aleph”, el “punto mítico del universo donde todos los actos, todos los tiempos (presente, pasado y futuro), ocupan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia”. No es de extrañar que después pasase horas bailando “Dizzy, Miss Lizzy” frente al espejo, con un collar que le robaba a Eva, la mamá, y la raqueta de tenis haciendo de guitarra.

Pablo Mazzaro nació en 1967, Chascomús, Buenos Aires. Hijo de Eva Alfonsín, jubilada docente, Jorge Mazzaro, jubilado bancario, es el mayor de los cuatro hermanos: Esteban, oftalmólogo, Juliana, profesora de inglés, y Catalina, Lic. en Turismo.

La primaria la hizo en la Escuela Municipal N°1 “Juan Galo de Lavalle”. Su casa sobre la calle Mendoza tuvo una vida social activa donde amigos y primos pasaban las tardes. “Mi casa funcionaba como una especie de club. Tal vez por la ubicación o porque mi familia no tenía problema” cuenta Juliana, una de las hermanas, y agrega que “una novia de Pablo decía que parecía que los cuatro hermanos fuésemos hijos únicos”.

A Pablo siempre le gustó la lectura. De chico leía muchos libros sobre animales e intentaba recordarlos a todos en orden alfabético, y si no existían, los inventaba. En la televisión, miraba Animal Planets y La Pantera Rosa (después pasaba horas dibujándola en los cuadernos y las pupitres de la escuela). También le gustaba el fútbol. Jugó de titular en el Club Deportivo Chascomús, pero la competencia no era lo suyo. “Jugué dos partidos. Una vez me pusieron de suplente y me fui a la mierda. Me agarro el ego. Me aburría la competencia. Mucha puteada, yo era más peace and love”. Después intentó unos meses con el tenis, pero la raqueta no tardó en convertirse en una guitarra.

Cada dos fines de semana, viajaba de Chascomús a San Telmo, CABA, a visitar a su abuela. Ahorraba la plata de la mensualidad que le daban los viejos y salía a patear microcentro buscando disquerías. No hacía como los otros chicos, que usaban la plata en salir a comer algo y tomar una Coca Cola. No, eso no era para él. Él quería “Dynasty” y “Unmasked” de KISS, “Led Zeppelin I”, “Led Zeppeling II”, “Led Zeppeling III”, “Atom heart mother” de Pink Floyd, “Paranoid” de Black Sabbath o “High Voltage” de ACDC. Y los consiguió. Para tenerlos, además de caminar por microcentro, se hizo socio del “Círculo de los Discos”, una revista con las últimas noticias sobre música y los nuevos discos. Marcaba los discos que quería y después le llegaban por correo a la casa. Los discos venían en barco o avión. Todos importados. La habitación se empezaría a convertir así en una especie de biblioteca. Hoy, esa habitación, es un museo de la cultura rock. (Fuente: Juan Brissón Egli – Revista KM.0)

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