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domingo, abril 28, 2024

Tras el affaire Insaurralde, Kicillof apuesta a profundizar su campaña

La incertidumbre por el impacto y las estrategias para minimizarlo. La confianza en la gestión. La relación con Máximo Kirchner.

Por Andrés Lavaselli

El gobernador Axel  Kicillof admite que desconoce el impacto electoral que tendrá el escándalo que involucró a su exjefe de Gabinete, Martín Insaurralde, pero ya decidió que, tras forzar su renuncia, no cambiará el rumbo de su campaña en las últimas semanas: el centro estará puesto en tratar de exponer como inviables las propuestas de Javier Milei.

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El Gobernador cree que avanzó con rapidez ejemplar en la salida de Insaurralde de su gobierno y aunque no habrá más movimientos hasta las elecciones, desliza entre sus íntimos que es difícil que otros funcionarios ligados al lomense sigan en sus cargos. Esa salida, que se presentó como una renuncia, “no podía terminar de otro manera”, dijo Kicillof.

El mensaje está claro: hay una cuestión de estilo y ejemplaridad, de conducta, que no estuvo dispuesto a aceptar. Dato: de la salida no habló con Máximo Kirchner y desde entonces tampoco mantuvo contactos con él, aunque asegura que no espera definiciones públicas y que hay más imaginación que realidad en las versiones de pelea.

Ese mensaje interno tiene dos lecturas. Por un lado, hay una intención de bajar la espuma, o en todo caso posponer, una pelea que tiene más que ver con el pos 22 de octubre que con estos días. Ahora prima la necesidad de mostrar toda la unidad que se pueda. Por otro, descarta la idea de que todo el affaire sea un episodio de fuego interno.

Kicillof sabe que el caso tiene una característica particularidad: la capilaridad extrema del caso. Esto es, su circulación por circuitos comunicaciones extra políticos. Los condimentos lo hacen apto para los programas de chimentos, que llegan a un público que habitualmente no sigue la política.

Pero a la vez maneja informes que indican que podría haber tocado un pico de difusión. Esto no quiere decir que vaya a borrarse de agenda, pero sí que puede tener una especie de techo. En todo caso, confía en que la velocidad de reacción le dé un aislamiento relativo. Espera, de todos modos, las novedades judiciales.

Kicillof, que se queja de que otros episodios no tuvieron el mismo impacto mediático (el crédito de Vidal para comprar un departamento que no se condice con sus ingresos o el affaire de Lago Escondido), está resignado de todos modos a convivir con esto hasta las elecciones. Pero aclara que por ahora no ve delito, y hasta hace cuentas respecto de cuánto puede haber costado el viaje. Eso podría cambiar si llegan novedades en contrario desde tribunales. Será, en su fuero interno, cumplir con una obligación formal: Kicillof no cree que la justicia, tal como está hoy, vaya eventualmente a aportar certezas incuestionables en este caso.

En medio de ese mar de especulaciones, tiene una cosa clara: no moverá un ápice el foco de su campaña. “Eso de que estoy desesperado es un intento de instalación ridículo”, repite”. Estaba en un acto con la UOM cuando se enteró de la publicación de las fotos y hoy volvió a los actos clásicos, en este caso con formato de caravana.

Discursivamente, hará más de lo que viene haciendo y cree que hay que hacer: expulsar las consecuencias de lo que sería un gobierno de Javier Milei. Sabe que el riesgo es “mucho” –así lo describe- pero jura que no trabaja con miedo. Intuye, con algo de información profesional, que en el tramo final, los votantes comienzan a prestar más atención a las consecuencias de las políticas que Milei ya no enfatiza tanto, como la dolarización, tal vez por el mismo motivo que Kicillof las expone.

Al mismo tiempo, enfatizará la movilización para asegurar un aumento de la participación y, también, por el voto de la lista “completa”, algo que en Lomas casi se transforma en un contrasentido.

A la vez, está obsesionado con mostrar su gestión. “Hicimos mucho, eso se tiene que ver”, se ilusiona. Lo sabrá dentro de poco. a La vez, avanzará hasta dónde pueda en la conversación pública que le habilitó Juntos por el Cambio: la de la reforma de la Legislatura. Una “soga” que, en medio del caso Rigau, le sirve al menos para cambiar de tema. (DIB) AL

ViaDIB

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