Por Andrés Lavaselli
Los efectos políticos de la puja distributiva en tiempos de depresión económica son más complejos que lo que puede sugerir una lectura lineal de la coyuntura. Lo demuestran dos escenas de escasa repercusión mediática que ocurrieron el viernes en La Plata. Mientras el ministro de Economía de Axel Kicillof, Pablo López, les pidió comprensión a los gremios estatales porque en el corto plazo los aumentos de sus representado probablemente dejen de empatarle a la inflación, su par de Trabajo, Walter Correa, le homologó a Pablo Moyano la paritaria que le había frenado Luis Caputo, tras lo cual el triunviro de la CGT aseguró que Axel Kicillof es el nuevo líder del peronismo y proclamó su candidatura a la Presidencia.
López fue descarnado en su descripción técnica: el Tesoro bonaerense padece el ajuste por tres vías principales: caen la coparticipación y la recaudación propia porque la actividad económica se congeló, y se reducen a cero los fondos no automáticos porque Javier Milei quiere obligar a la (s) provincia (s) a replicar el “ajuste más grande de la humanidad” que él aplica en Nación. Los gremios se mostraron receptivos al argumento de que, forzado por ese contexto, ahora la prioridad será asegurar el pago de los sueldos y el aguinaldo más que el nivel de aumento. Habrá que ver hasta qué punto las bases acompañan la paciencia de la dirigencia. Y cómo juega el conflicto que probablemente abran las seccionales disidentes, siempre más intransigentes que la mayoría, de gremios como Suteba. O la postura de duros como los judiciales y los médicos.
Kicillof al mismo tiempo homologó la paritaria de Camioneros con aumentos salariales por encima de la inflación, junto en el mismo momento en que Caputo hizo público que la rechaza en una entrevista con el periodista Jonatan Goldfarb. El ministro exhibió allí una curiosa interpretación de la libertad sindical, que coarta cuando los aumentos le parecen excesivos. Y abonó la teoría de que la inflación no se soluciona solo con el torniquete monetario.
Más allá de las incoherencias doctrinarias, en Provincia dicen que dieron el OK porque así evitaron un paro de Camioneros previsto para el lunes, que hubiese complicado hasta la recolección de residuos y que lo que hicieron en todo caso fue darle el OK a un acuerdo entre privados. Moyano, al parecer, entendió que había más en juego: llamó a su propio equipo de prensa para difundir un mensaje claro: Kicillof debe ser el nuevo conductor del peronismo y el próximo candidato a Presidente. El triunviro es un eufórico, pero la declaración parece responder a algo más que a la alegría momentánea que puede deparar una negociación exitosa.
Son dos escenas de signo contrario: una paritaria que avanza y otra que se complica. Pero ambas se originaron en el mismo ajuste nacional, porque Moyano nunca hubiese necesitado recurrir a Provincia para un acuerdo que normalmente cierra en Nación.
Lo que no está claro es si al Gobernador lo incomoda o no el impulso que le dio el gremialista, que se suma a otros similares del intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi y de su par de Villa Gesell, Gustavo Barrera. Kicillof sabe que existe un pedido para que “conduzca o condene” ese tipo de manifestaciones que surge, enfático, de un sector del kirchnerismo cercano a Máximo Kirchner. El punto crítico aquí es el siguiente: ¿la tensión también complica la relación del Gobernador y el Expresidenta? Cerca de él dicen que no. Pero hacen una observación: “Axel nunca va a romper con CFK, para correrlo de ahí lo van a tener que echar”. El mensaje tiene doble destinatario, porque le agregan una segunda cláusula: “él no es como Massa”.
Un dato: en el vínculo actual de Kicillof con Cristina no todo es la lealtad casi filial que existe desde siembre. Aflora, al menos en el entorno más estrecho del Gobernador, la autoconciencia cada vez más clara de que se está convirtiendo en un activo político más valioso que antes de la derrota de UP en 2023. Lo dicen así: “ella no se dará el lujo de descartarlo en aras de los intereses de su hijo, solo para que le lleguen ofertas de otros sectores del peronismo que estarían encantados de sumarlo”
Por otra parte, un frente interno sólido es importante de cara a la negociación en curso (aparentemente avanzada) por la Ley Bases. Milei siente que tiene el apoyo de radicales y PRO, por lo que mirará a partidos provinciales y a alguna expresión del peronismo no K. Kicillof no aparece todavía en esa agenda. Él confía en que CFK, que tiene más ascendente en el Congreso, no lo suplantará en una conversación eventual por este tema. Es una posibilidad que algunas usinas ligaban a la idea de poner sobre la mesa la cuestión de la Corte y las causas que afectan a la Exvicepresidenta.
Si hay acuerdo por la Ley Bases e incluye Ganancias, el Gobernador podría beneficiarse de un pacto ajeno si ese entendimiento incluye la reversión de los cambios en Ganancias aunque con un mínimo no imponible mayor a los $1.200.000. Es casi paradójico: si todo se da en esos términos, Kicillof no intervendría en el entendimiento más importante a corto plazo para su gestión.
En lo que sí tomará parte es en las conversaciones por la renovación de la Corte bonaerense, un tribunal importante pero que no tiene, ni siquiera a escala, la importancia de su homólogo nacional. Hay dos esquemas en juego: impulsar la cobertura de dos vacantes o de tres. En cualquier dibujo, en los planes de la Gobernación, la oposición se queda con un solo lugar. El problema es quien es el interlocutor para negociarlos. La UCR asoma como la contraparte natural, pero en el Ejecutivo vieron con muy malos ojos la participación de Maximiliano Abad, su presidente, en un –fallido- encuentro de ruralistas en Azul, que compartió con Luciano Bugallo, María Florencia Arietto y Alfredo de Angelis. Una alternativa es el bloque “libertario” de Carlos Kikuchi, empoderados por el número: se necesitan 24 votos, UP tiene 21 senadores y ellos son 3. El problema es que el massimo también quiere un sillón y los maliciosos dicen que esa bancada opositora tiene el corazón mirando al Tigre. (DIB)