Por Héctor Ricardo Olivera | [email protected]
En la primera escena del acto tercero de Hamlet, la célebre creación de William Shakespeare Hamlet inicia su famoso soliloquio con la frase “To be or not to be, that is the question” que traducida al español dice “ser o no ser, esa es la cuestión”
Ese mensaje sobre la duda existencial del Príncipe Hamlet ha perdurado en el tiempo y se la ha repetido en todas las lenguas y en todas las circunstancias.
Hoy resulta adecuada para abrir la puerta al análisis que vive un Partido Político argentino, el más antiguo de todos, ante la actitud reiterada de quien ejerce la Presidencia de su Comité Nacional.
El Senador por CABA Martín Lousteau, que de él se trata, acaba de reiterar una actitud que requiere un tratamiento que ayude al análisis del porqué de la decadencia del Radicalismo y su notable merma en sus filas de adherentes y simpatizantes.
No se trata en este caso de evaluar las ideas políticas que el economista porteño pronuncia en sus dichos y en sus actos.
El tema es definir lo que significa ser parte integrante de una fuerza política que tiene sus estructuras, sus normas de funcionamiento y sus reglamentos de conducta.
Un Partido Político serio no puede admitir que uno o algunos de sus miembros actúen con el sentido personalista con que se mueve Martín Lousteau.
Mucho menos cuando se trata de su máxima autoridad.
Naturalmente que un organismo democrático por excelencia admite y más aún se enriquece con las diferencias de ideas que pueden convivir en su interior.
Pero esa diversidad debe expresarse puertas adentro.
Superada esa instancia y resuelta la cuestión en la intimidad de acuerdo al método elegido, todos los miembros del cuerpo deben acatar la decisión mayoritaria y sumar su esfuerzo a la lucha común.
Siempre ha sido así.
Alfonsín, al que todos citan con reverencia pero a veces sin tanta convicción, luchó adentro del Radicalismo, ganó y perdió hasta que logró su objetivo.
Quien no lo comprenda no puede convivir en la misma casa.
Y a un tipo como Lousteau le debe costar entender estas cosas porque carece de sentido de pertenencia.
Es que en verdad el personaje es un turista de la Política que ha recorrido diversas playas que sucesivamente lo llevaron a ser peronista, del PRO y en este turno inquilino radical.
Así fue Presidente del Banco Provincia y Ministro de Producción del peronista Felipe Solá, Ministro de Economía de Cristina Fernández de Kirchner, (autor de la 125) Y Embajador en EEUU en el Gobierno de Macri para terminar ahora en la Presidencia Nacional de la UCR.
En la sesión del Senado votó contra la Ley Bases mientras que la totalidad del bloque radical lo hizo a favor.
No es la primera vez, pero debe ser la última.
Si todo el bloque de su Partido y los 5 Gobernadores radicales aprueban, es más que claro que algo no funciona.
Y en Democracia el juego de mayorías y mínimas minorías no admite contemplaciones.
Un Partido Político histórico no puede actuar con conductas eclesiásticas.
Los católicos sanos seguramente se habrán enojado con los curas que transformaron a dos Iglesias en unidades básicas, pero poco pueden hacer.
Y menos aun cuando el Papa, que es el que manda, es más peronista que Perón.
Los radicales pueden y deben actuar para anular estas contradicciones que son razones de su declinación manifiesta.
Si nadie reacciona este hombre seguirá su marcha que se llevará puesta la historia, la doctrina, la identidad y la existencia hoy menguada, de un Partido que ha sido columna destacada de la vida institucional de la Argentina.