El consagrante principal fue el obispo de Santiago del Estero, monseñor Vicente Bokalic CM; mientras que los coconsagrantes fueron el arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, monseñor Jorge García Cuerva; el arzobispo de La Plata, monseñor Gabriel Mestre; el obispo emérito de Chascomús, monseñor Carlos Malfa; y el obispo de Añatuya, monseñor José Luis Corral SVD.
Además, concelebraron sacerdotes de Chascomús, de la arquidiócesis de Buenos Aires y de la diócesis de Añatuya, entre otros.
Participaron de la celebración familiares y amigos del nuevo obispo, autoridades municipales, religiosas y religiosos, laicos y fieles de diversas comunidades.
Mons. Liébana: “Deseo una Iglesia orante, fraterna y misionera”
El nuevo obispo agradeció la presencia de cada obispo, sacerdotes y fieles , al tiempo que también brindó un particular agradecimiento a la diócesis de Añatuya, “donde aprendí a ser cura”.
Monseñor Liébana destacó: “Comienzo con mucho entusiasmo y confianza esta misión que Dios me encomienda. Deseo estar en medio de ustedes como el que sirve, como un padre y un hermano, como un pastor y un amigo para todos. Deseo aprender junto a ustedes esta misión de ser obispo que me queda muy grande”.
“Me siento muy pequeño pero muy confiado en el amor de Dios y en la paciencia de ustedes. Quiero entender mi vida como una ofrenda de Dios para su pueblo, quiero ser ofrenda y entregar mi vida de corazón a esta tierra santa que Dios tiene reservada para mí”, enfatizó.
En tanto, el nuevo prelado expresó: “Comienzo hoy junto a ustedes el ministerio episcopal con confianza, entusiasmo y humildad. Deseo presentarles un triple anhelo, que en palabras del cardenal Pironio, seamos una Iglesia orante, fraterna y misionera”.
“Un Iglesia orante: renovemos cada día la alegría y el compromiso de ser hombres y mujeres de oración. Qué hermoso que nuestras comunidades sean escuelas y casas de oración, reposada, silenciosa y contemplativa, que nos estimule para la entrega y el servicio desinteresado al prójimo”, subrayó.
Además, pidió ser “una Iglesia fraterna. Nuestra fraternidad ya es de por sí misionera, nuestro modo de amarnos ya tiene sabor a Evangelio. El buen espíritu suma, comparte, incluye y valora”.
“La misión es para la comunión, para hacernos uno con Dios, entre nosotros y con toda la creación, a fin de que Dios sea todo en todos. Quiero que seamos una comunidad misionera que lleve adelante acciones de prevención frente a la droga y a la delincuencia que quita la vida a nuestros jóvenes; una comunidad misionera que responda con acciones comprometidas en favor de la naturaleza”, aseveró.
Finalmente, animó a ser “testigos de la luz que disipa toda oscuridad y tinieblas“.