Por Sol Duarte
La Capilla de los Negros, reconocida oficialmente como Lugar Histórico Nacional desde 1962, se encuentra en la esquina Av. Tte. Gral. Juan Domingo Perón y Venezuela, en el barrio el Tambor, de la ciudad de Chascomús. Es una construcción sencilla, una nave rectangular de paredes de adobe sin revoque exterior, techo de chapa acanalada, un suelo de tierra, y puertas y ventanas pintadas de verde. En el interior, el blanco de las paredes contrasta con la diversidad de ofrendas, imágenes y objetos de devoción que los visitantes han dejado durante décadas.Este espacio es testigo de un sincretismo religioso único. Allí coexisten santos católicos, como la Virgen del Rosario y la Virgen morena de los Milagros, junto con deidades de origen afrodescendiente y figuras de la religiosidad popular.
Este es un lugar donde la fe trasciende fronteras doctrinales, abierto a creyentes de todos los credos que acuden a dejar velas, fotos, pulseras y flores en honor a sus seres queridos y sus santos protectores. La capilla, a pesar de no contar con el reconocimiento formal de las autoridades eclesiásticas para la celebración de misas, es un espacio de profunda espiritualidad y conexión comunitaria.
Para comprender la relevancia de este lugar, es fundamental situarnos en la historia de la comunidad afrodescendiente de Chascomús. Durante los siglos XVI al XIX, Buenos Aires fue un punto clave en el comercio de la trata transatlántica de personas esclavizadas. El proceso de asentamiento en Chascomús comenzó con la creación de un fortín en el siglo XVIII, construido para la defensa de las comunidades indígenas.
Las estancias que se formaron alrededor de la Laguna de Chascomús fueron construidas en gran parte por personas afrodescendientes, muchas de ellas esclavizadas. Tras la declaración de la libertad de vientre en 1813 y la posterior abolición de la esclavitud que entró en vigor en Buenos Aires en 1861, estos hombres y mujeres pasaron a ser “libres”, pero las consecuencias estructurales del proceso de la esclavitud, impedian una emancipación real por lo que las personas afrodescendientes continuaron trabajando en las casas y campos de las familias terratenientes.
En este contexto, la “Asociación Nueva Hermandad de Morenos”, una organización comunitaria afroargentina, solicitó a las autoridades municipales un terreno para construir un espacio de reunión. La Capilla de los Negros fue y es ante todo un espacio de encuentro social; escenario de fiestas, bailes y ceremonias, manteniendo vivas las tradiciones y la herencia cultural.
El legado de la capilla se ha preservado gracias a generaciones de cuidadores. El primero de ellos fue Luciano Soler en 1862. Años más tarde, su nieta, Eloísa Soler, asumió la tarea y abrió el lugar a la comunidad como un sitio histórico. Durante más de 80 años, Eloísa mantuvo viva la memoria de sus ancestros, abriendo las puertas de la capilla al público y compartiendo las historias de su comunidad. Con su fallecimiento, el cuidado del lugar pasó a sus descendientes, quienes continúan guiando a los visitantes y organizando actividades que mantienen viva la cultura afroargentina en la región.
Este sitio es un símbolo de la resiliencia de la comunidad afroargentina. En un país donde se niega el rol constitutivo que tuvo la comunidad afrodescendiente para la construcción de nuestra Nación, la capilla es un recordatorio constante de una parte fundamental de la identidad argentina.
En 2012, la Capilla fue incluida en el programa de memorias de la esclavitud de la UNESCO, un reconocimiento internacional que subraya su valor histórico y cultural. Este sitio no es solo un patrimonio material; es un espacio de memoria viva, donde las tradiciones, creencias y luchas de la comunidad afroargentina siguen en pie. Además, el reconocimiento de la UNESCO ha impulsado nuevas iniciativas para preservar el edificio y promover la educación sobre la historia afroargentina en las escuelas y la sociedad en general.
Hoy, la Capilla de los Negros continúa siendo un lugar de encuentro, consolidando su papel como un símbolo de la cultura afroargentina. Desde las generaciones que la construyeron hasta las que hoy la mantienen, este sitio ha sido y sigue siendo un testimonio de la resistencia de la comunidad. (Página 12)