En el caso de Hugo Potrone, la memoria se convierte en un acto de resistencia ante la indiferencia y el olvido. El clamor por justicia no solo busca la reparación de un daño irreparable, sino también la afirmación de que, a pesar del sufrimiento, la memoria de Hugo y de todas las víctimas debe perdurar, para que las generaciones futuras no repitan los mismos errores del pasado.
Hugo Potrone era un joven de 22 años, hijo menor de Oscar Potrone, propietario de Aceros Potrone S.A., una empresa metalúrgica exitosa. Nacido en una familia de clase alta y dedicada al trabajo, Hugo estudió Administración de Empresas en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), impulsado por el deseo de su padre de asegurarle un futuro mejor. Sin embargo, su vida, que apenas comenzaba, fue truncada por la violencia política que atravesó la Argentina durante la década de los 70.
En septiembre de 1973, Hugo fue secuestrado por la organización terrorista Montoneros. Exigiendo un rescate de 20 millones de pesos, los secuestradores mantuvieron al joven cautivo durante días, mientras la familia reunía el dinero exigido. Tras el pago, Hugo fue liberado, pero lo que siguió fue un sufrimiento psicológico profundo que nunca logró superar. En sus cartas durante el cautiverio, Hugo pedía a su familia que no contactara a la policía, mientras les aseguraba que lo trataban bien. No obstante, el trauma generado por la experiencia no desapareció, y su vida nunca volvió a ser la misma.
El segundo secuestro ocurrió meses después, en noviembre de 1974, cuando Hugo fue nuevamente secuestrado, esta vez en Banfield, provincia de Buenos Aires. Los secuestradores, que exigían un rescate de 560 millones de pesos, no vacilaron en recurrir a la tortura para doblegar al joven. Hugo fue sometido a una brutal estaca, atado a una mesa con cuchillos en sus extremidades, y finalmente rematado con un disparo en la cabeza. Tenía apenas 21 años.
Un aspecto que añade un fuerte componente de dolor a este crimen es el hecho de que Hugo, en una de sus últimas salidas, estuvo en Chascomús, donde disfrutó de un día de esparcimiento con su familia y amigos. En Chascomús, Hugo se divirtió por primera vez en mucho tiempo tras su primer secuestro, navegando en la laguna junto a su novia y familiares. Lo que parecía una escapatoria a la angustia y el sufrimiento, terminó siendo trágico: esa misma noche, Hugo fue secuestrado nuevamente, marcando el comienzo del fin para su vida.
Hoy, al cumplirse un nuevo aniversario de su asesinato, se renueva el pedido de justicia para Hugo Potrone. Un joven que solo soñaba con un futuro mejor, pero que, como miles de argentinos en esa época, fue víctima de la violencia sin sentido. La lucha por la memoria, la justicia y la reparación continúa, porque cada vida arrebatada por el terrorismo merece ser recordada y reivindicada en su dignidad.
La ciudad de Chascomús, que también guarda en su historia este trágico vínculo con la violencia de aquellos años, se suma al clamor por justicia. La memoria de Hugo Potrone es la memoria de todos, y su caso sigue siendo una herida abierta que reclama no solo justicia, sino también el reconocimiento de las víctimas y la lucha por que nunca más se repitan los horrores del pasado.
A lo largo de los años, la familia Potrone ha buscado justicia y reparación por el asesinato de Hugo. La agrupación CELTYV (Causa Estado, Ley y Verdad) ha reclamado al Estado el esclarecimiento de este crimen, exigiendo Verdad, Justicia y Reparación para todas las víctimas del terrorismo, como Hugo, que sufrieron de manera directa la violencia política de aquellos años.