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lunes, mayo 20, 2024

Panorama político: Gobierno dos por uno

Por Andrés Lavaselli

El discurso de Cristina Fernández en Chaco evitó una ruptura en el Frente de Todos, pero expuso con más claridad que nunca antes la grieta que en materia de política económica divide al oficialismo. Eso naturalmente reforzó los realineamientos internos que terminaron por construir una especie de unidad en la acción entre los dos dirigentes que sintetizan el poder en el bastión bonaerense, Axel Kicillof y Máximo Kirchner. En la oposición, una foto de Horacio Rodríguez Larreta agitó enojos y desconfianzas entre algunos intendentes y, tal vez, retrasó una proclamación.

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Con una hora y media de extensión, el speech de la Vice ratificó una obviedad: su centralidad en el dispositivo político del oficialismo. La prueba más contundente es que todos, ahora, analizan, de la larga ristra de tips que dejó para la comidilla partidaria, su nuevo “hit”: las “infidencias” de Cristina. Podría interpretarse como un subgénero, acaso más insidioso, desprendido del célebre “funcionarios que no funcionan”, que esta vez sirvió para particularizar el foco sobre un equipo económico al que desaprueba casi entero.

El más afectado fue Matías Kulfas, al que no le perdona ni el esquema de control de precios ni “Los cuatro kirchnerismos”, el libro en el que critica la política económica de la era Kicillof ministro. El gobernador, satisfecho: siempre le dijo a Cristina que ahí había un problema. Otro apuntado fue Juan Zavaleta, el ministro de Desarrollo Social, uno de los dos armadores territoriales bonaerenses más importantes del Presidente.

Cristina fue casi cruel con el Presidente: la paradoja de haberlo elegido porque no representaba ninguna estructura partidaria, que contó para asegurar que no disputa poder, se pareció mucho a decir que, aunque quisiese, Fernández no podría desafiarla. Pero la zaga de las “infidencias” dejó más tela para cortar: 1) Cristina ratificó que decide sobre los gabinetes más de lo que ella misma había admitido, al menos en las áreas no estrictamente económicas. El chisme del rechazo a la idea de que Andrés “El Cuervo” Larroque se pase a Nación habla sobre Fernández y también sobre Kicillof, aunque en este caso el alineamiento incondicional no genere resquemores. 2) El párrafo sobre el secretario de Comercio Interior que había elegido (hablaba de Hernán Letcher, economista director del think thank heterodoxo CEPA) no afecta solo a Kulfas: también inquietó a Roberto Feletti, que no es K puro y apenas fue mencionado por la negativa: “no es el de ahora”. 3) Esta vez Guzmán apareció corrido del foco, aunque lo que esté en el centro del debate es la política que él lleva a la práctica. De hecho, más enojado está con él Kicillof, al que le disparó un dardo embebido de su propio veneno: le reprochó poca “dureza” en la negociación por la deuda provincial. Cerca del gobernador, sibilinos, comentaron: “después llama para que no lo dejen solo”.

Cierre de una semana de altísima tensión política, el discurso de Cristina coronó una serie de intervenciones previas de sus coroneles políticos y dejó la pelota, más que nunca, en las manos del Presidente: incluso más allá de todo nombres, sigue con la política económica tal como está planteada o no lo hace. Esa es la disyuntiva que le plantean. Nadie sabe si las gestiones de acercamiento de Sergio Massa prosperarán, pero por ahora la imagen es la de un oficialismo más que dividido, doble. El uso del Congreso para plantear debates de corte ejecutivo –la moratoria jubilatoria y el pedido de Máximo de adelantar la suba del salario mínimo- no hace más que reforzar ese efecto.

En la oposición, mientras tanto, la foto que en la semana se sacaron Rodríguez Larreta con Diego Santilli y los intendentes de Lanús, Néstor Grindetti y de La Plata, Julio Garro, agitó bastante las aguas. Se supone que fue una imagen de concordia y convivencia interna: Grindetti dice que quiere lo mismo que Santilli, es decir la candidatura a gobernador bonaerense para 2023.

Pero fueron varios los que maliciaron otra cosa. En principio, causó rechazo lo que pareció un intento de los dos alcaldes de asumir una especie de representación sobre el resto de los intendentes PRO, que nadie convalidó. “Quieren ponerse en el lugar de Jorge Macri”, el ahora ministro porteño y posible aspirante a jefe de Gobierno de CABA que hasta el año pasado acaudillaba a los jefes comunales amarillos, fue la crítica. En el extremo de la desconfianza, no faltó quien sospeche que Garro y Grindetti en realidad “juntan” para Santilli.

Lo cierto es que parece que la movida tuvo consecuencias. Se armó una reunión de intendentes en La Plata para bajar la espuma. Pero por ejemplo el marplatense Guillermo Montenegro, que está decidido a pedir públicamente que se encumbre a Santilli como candidato sin perder más tiempo, se abstuvo. Passaglia, de San Nicolas y Galli, de Olavarría, dos santillistas convencidos, ni siquiera estuvieron. El primero, además, se quejó vía chat en términos bastante duros. Tampoco apareció el único representante “puro” de Mauricio Macri en PBA, Camilo Etchevarren. (DIB) AL

ViaDIB

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