Opiniones: ¿por qué no hay almanaques en los escritorios de la justicia?

Por Héctor Ricardo Olivera | oliverahectorr@gmail.com

El Ejecutivo y el Legislativo son los más observados por la sociedad en una República democrática.

En nuestro caso hay que admitir que la personalidad difícil de encasillar del Presidente ayuda.

Sus modos, su lenguaje, su despeinado lo hacen presa fácil de analistas políticos y gente en general.

Él anda de turismo ideológico por distintos escenarios del Mundo porque disfruta de llamar la atención.

Cuenta con la ventaja del susto que a todos nos invade si pensamos que si no estuviera él hubiera seguido el carnaval de corrupción kirchnerista.

Se achica así el traspié que significa que a más de 5 meses de gestión no haya podido obtener una sola Ley.

Su anarquía de origen se va achicando y ya ha entrado en negociaciones inevitables para intentar alguna forma de normalidad.

El otro Poder, el Legislativo no es, como lo calificara Milei, un “nido de ratas”.

Pero sí es un nido de pájaros de todos los colores y que, para peor, en varios casos se han olvidado de los colores con que llegaron a las bancas y cambian de plumaje con una facilidad asombrosa.

Cuando la República más necesita del  abordaje de temas nuevos los Legisladores están solo dedicados a impedir que el Presidente tenga la Ley Bases antes del 25 de mayo para aguarle al Presidente la fiesta glamorosa del Pacto de Mayo.

La sociedad, mientras tanto, sufre la pérdida de empleos, la suba de servicios, los aprietes de la oligarquía sindical y todos los males heredados y promovidos por el choque de métodos y formas en muchos casos enfrentados con la sana convivencia.

Entretanto,  el tercer Poder, la Justicia, está como ajena a los dramas de todos los días.

Ocurre que cuando el Gobierno parece haber puesto en marcha una estrategia destinada a descubrir los robos infinitos protagonizados por el kirchnerismo, la Justicia no parece decidida a acelerar su motor.

La ayuda una estructura que puede explicar con precisión un abogado pero también puede, como en este caso, intentar describirla un absoluto neófito.

Los asuntos enrolados  en el Derecho Penal, que son los que más nos interesan a todos porque son los que incluyen a funcionarios del Gobierno de los dos Fernández, (ella y él), más Massa y toda la troupe son inentendibles.

Una rápida consulta con un experimentado profesional me permitió saber que los delitos tienen tantas instancias judiciales que generalmente terminan en el olvido que conduce a la nada.

Primera instancia, segunda, Tribunal y luego Cámara  de Casación y  presentación final ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

El camino está saturado de maniobras que los abogados manejan con habilidad de malabaristas pero lo peor es que la Cabeza del Poder no tiene  plazos.

“¿Por qué no tiene plazos?”, pregunté.

La respuesta es una obra de arte. “porque eso no está escrito en ningún lado”.

Acá es donde uno quisiera ver a los Legisladores presentando un proyecto de Ley que cambie estos vicios del sistema de manera que se termine este triste y apabullante espectáculo de ver que al que roba una gallina lo meten adentro y al que desde un cargo de Gobierno se roba todo nadie lo toca y sigue su vida normal hasta, en algunos casos, dando “clases maestras”.

Este Presidente nos llena de dudas y temores por actitudes reñidas con normas fundamentales de la Democracia.

Ha empezado a aflojar y veremos hasta donde llega con sus rarezas.

Pero es evidente que algunas de sus medidas han incorporado contenidos de estricto sentido común que pueden servir. El asunto es que lo aprovechen los que tienen posibilidad de hacerlo.

No sirve que Diputados y Senadores malgasten su tiempo en ver como alargan el plazo para postergar o rechazar la Ley bases.

Sería bueno verlos con propuestas de cambio para que una nueva Justicia sea despojada de ese elemento que suena a un poder monárquico al que nadie puede exigirle la necesaria velocidad de sus fallos.

Un almanaque debería tener en los estrados de la Justicia el mismo valor que la balanza.

Esta columna ha dicho antes de ahora que el cambio ya no alcanza.

La Argentina del futuro necesita de lo nuevo, porque los cambios timoratos intentados no han demostrado eficiencia para ordenar nuestras vidas.

Será Justicia.

¿Será?

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