Por Héctor Ricardo Olivera | [email protected]
No debe ser apacible navegar en un barco sabiendo que el capitán, la oficialidad y la tripulación no están debidamente preparados para cumplir con su función.
Las olas parecerán más altas, las nubes parecerán anticipos de fuertes tormentas y la inmensidad del mar pesará como un remordimiento.
Así andamos hoy por hoy los argentinos.
Algunos movimientos del Gobierno parecen mostrar incapacidades que pueden terminar mal.
Algunas definiciones no son suficientes para señalar un rumbo seguro.
El bombardeo de encuestas genera dudas por la flexibilidad de sus valores.
El gran mérito que generó el triunfo de los libertarios no es, en verdad, una virtud propia.
En realidad su mérito surge del cansancio social a que lo sometió el kirchnerismo durante toda su aventura.
Ese rechazo prendió tan fuerte que alcanzó para asegurar el resultado electoral y para que todavía la crisis no se exprese con la fuerza que es propia de otros tiempos.
El argumento suena endeble porque la paciencia y la tranquilidad tienen un límite que nunca resulta eterno.
Como otras veces ha ocurrido en la Argentina, siempre hay una tendencia a la esperanza basada en un personaje mágico que nos transforma en feligreses pero nos debilita como ciudadanos.
Ese condimento cargado de una especie de religiosidad genera adhesiones de escasa base racional por lo que tantas veces hemos caído en las brusquedades que aloja nuestra Historia.
A casi 6 meses del comienzo del Gobierno todo parece estar signado por la aprobación o no de una Ley.
Hay que decir que del original no ha quedado casi nada y lo que salga, si sale, será apenas una aspirina para una esperanza más alimentada por la fe que por la razón.
El gobierno carece de cuadros para cubrir cargos y conformar un verdadero equipo.
La falta de profesionalismo político se expresa en esta triste situación en que el descarriado Grabois termina descubriendo un asunto que resulta una tontería producto de la impericia, por lo menos.
El afán revoltoso del Presidente que anunció la reducción de Ministerios no sirve si para hacerlo cargó en uno solo, el de la Peettovello, tantas actividades.
El resultado es la falla en el área social, la carencia de políticas de salud y lo peor, la desatención de lo que debe ser la primera atención de todo Gobierno, la Educación.
Milei dice que la Ministra es su amiga, pero la amistad no alcanza para imaginar capacidades que son imprescindibles.
Para peor, la oposición no existe como elemento indispensable en una sociedad democrática.
Los Partidos Políticos que alguna vez fueron columnas centrales de la actividad han desaparecido como tales.
El Peronismo es una bolsa de gatos flacos que procura oponerse a todo y a la vez montar estructuras sectoriales con miras a un futuro de difícil pronóstico.
El Radicalismo es menos aún.
El Presidente del Comité Nacional se ha robado el sello y sin que nadie lo frene de un sopapo marcha solo al servicio de sus intereses personales.
En cualquier momento vuelve a cambiar de camiseta.
Son unos pocos que votan separados, que opinan distinto y no le llegan a nadie.
El PRO pese a su corta edad vive los desencuentros de la vieja política, sin saber si quedarse en casa o mudarse a una piecita en la casa nueva de los libertarios.
Hay además un grupo de legisladores que deambula según sus gustos de momento y se mezclan con la facilidad con que se confunden los colores cuando se esfuma el arco iris.
Para completar el cuadro, el Presidente anda de turismo ideológico recorriendo el Mundo como si sus excentricidades pudieran alcanzar para marcar un rumbo seguro.
Así las cosas la argentina gasta su tiempo, que no es demasiado largo, en esta triste parodia de misticismo oficial y padecimiento real en la calle.
Porque la baja en la inflación no alcanza si su sostén es la recesión que hoy sierra comercios, desparrama pérdidas de empleo y se sostiene con la postergación mentirosa de los aumentos de los servicios públicos.
Esta película ya la vimos y todos sabemos el final.
Tantas dudas generan inquietudes que no auguran buenos tiempos.
Si Lijo llega a la Corte tendremos una certificación más de lo infectados que estamos como sociedad.