Por Héctor Ricardo Olivera – [email protected]
Los repugnantes acontecimientos venezolanos han estremecido a los espíritus democráticos del Mundo.
La dictadura de Maduro ha ejecutado sin piedad ni vergüenza un hecho de violencia institucional y descaro grupal que no admite medias tintas.
Después de la derrota inocultable han puesto en marcha un plan que ejecutan sin control para intentar justificar un éxito electoral que es manifiestamente falso.
A una semana de los comicios no aparece la documentación oficial que explicite el resultado, lo que obviamente denuncia el fraude cometido.
El pueblo venezolano, harto de autoritarismo y desconocimiento de sus derechos optó por la simple vía de expresar en las urnas su decisión de cambio.
La dictadura, sabedora de tal conducta, pergeñó un método de ejercicio defraude para disfrazar su derrota.
La comunidad democrática latinoamericana y el Mundo todo alzó su voz de repudio y respaldo a los auténticos ganadores.
El acontecimiento excede la geografía venezolana y sirve para correr la máscara que esconde en muchos lugares la claridad de pensamientos y conductas.
Muchos hablaron de dictadura sin prudencias anudadas a lo “políticamente correcto”.
La verdad demostró ser una mercadería que no luce en todas las góndolas.
Barios optaron por el reclamo de la exhibición de las actas.
Es una infantilidad que esconde otro tipo de compromisos, porque a nadie escapa que a una semana de los comicios o las actas no están o las que mostrarán serán falsas de absoluta falsedad.
Algunos optaron por el silencio absoluto.
Por estos lares la viuda de Kirchner, amante declarada del régimen chavista, no emitió sonido.
Los bolsos de dólares que venían en vuelos oficiales la llamaron a silencio.
Otro desinformado fue el Papa, tan presto a la denuncia fácil ante los pobres de acá no tuvo ni un Padre Nuestro para los venezolanos que cobran 3,50 dólares por mes cuando allí un litro de leche cuesta 4 dólares, las cárceles están llenas de presos políticos y la gente sometida a la violencia callejera que vemos por TV.
En nuestro País hay de todo.
El obispo García Cuerva, que abrió la Catedral metropolitana para hacer un picnic con los pobres no emitió sonido.
Ni él ni sus pares de sotana.
La CGT tan presta a la declaración ampulosa frente a otros problemas no se enteró.
Los Partidos Políticos en disgregación no atinaron a expresarse al menos para dar señales de vida y usar esta excusa al menos para decir que están vivos, en terapia intensiva, pero al menos apenas vivos.
Sería oportuno que los Legisladores pidieran una sesión especial para emitir un comunicado que diga que la argentina política se solidariza con el pueblo venezolano.
Más aún.
El hecho debería servir para solicitar que el tema fuera de tratamiento obligatorio en las escuelas para que los jóvenes supieran lo que pasa en Venezuela.
Sería una manera adecuada de alejarlos de las discusiones bizantinas de izquierdas y derechas para introducirlos con claridad a la más contundente contradicción entre Democracia o dictadura.
Hay que hacer docencia, porque es necesario reclutar valores olvidados.
El frito de venezolanos muertos en la calle, azotados en las plazas, arrancados de sus hogares y violentados en sus derechos debe ser un sonido que penetre nuestros oídos, sobre todo los de los jóvenes, para ayudar a fortalecer las convicciones democráticas y populares hoy tristemente anémicas en nuestra Patria.