Humedales en riesgo: aumentan los terraplenes en el delta del Paraná
La Fundación Humedales/Wetlands International advirtió que los terraplenes y endicamientos continúan avanzando sobre el delta inferior del Paraná, donde ya se registran 8.938 kilómetros de estructuras y más de 2.500 km² aislados del régimen natural del agua.
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La presión sobre los humedales del delta del Paraná vuelve a encender alertas entre especialistas y organizaciones ambientales. El avance de la agricultura, la ganadería intensiva y los emprendimientos inmobiliarios está impulsando la construcción de terraplenes y endicamientos que modifican profundamente el funcionamiento del ecosistema y amenazan su capacidad de regular inundaciones y amortiguar crecidas.
Según el informe “Áreas endicadas, terraplenes y urbanizaciones cerradas en el Delta del Paraná – Actualización 2025”, elaborado por la Fundación Humedales/Wetlands International, el delta inferior -que se extiende desde Diamante, en Entre Ríos, hasta San Fernando, en Buenos Aires- registra un crecimiento sostenido de estas estructuras.
El relevamiento detectó 8.938 kilómetros de terraplenes y 2.582 kilómetros cuadrados de áreas endicadas, cifras que reflejan un incremento del 5% en los últimos años, según informó El Norte de San Nicolás. En total, el 14,04% de la superficie del delta ya se encuentra fragmentada.
Terraplén y endicamiento
Un terraplén es una elevación lineal de tierra que puede alcanzar varios metros de altura. Cuando esa estructura se cierra formando un polígono y se drena el interior, pasa a considerarse un endicamiento.
Para su construcción se utilizan dragas y se excavan canales a ambos lados, alterando la dinámica natural del agua. Estas obras se destinan, en la mayoría de los casos, a actividades agropecuarias intensivas o a la preparación del terreno para desarrollos urbanos privados.
En un contexto de crisis climática, con fenómenos meteorológicos cada vez más extremos, la modificación del territorio adquiere una dimensión adicional. Los terraplenes impiden el paso del agua en ambientes donde la vida depende de los pulsos de crecidas y bajantes. Cuando se seca un humedal, se pierde su capacidad de absorber excedentes hídricos, regular inundaciones y mantener reservas de agua dulce esenciales para los centros de potabilización, una problemática recurrente en localidades como Victoria.
Falta de planificación
La falta de planificación integral agrava las consecuencias. Durante períodos secos, suelen intensificarse los usos agropecuarios típicos de la llanura pampeana; en épocas de crecida, los endicamientos -ya drenados- no cumplen la función natural de amortiguar las inundaciones y generan desvíos que afectan a las áreas habitadas por isleños. Las asimetrías de poder también se reflejan en el territorio: mientras un terrateniente puede proteger su campo mediante un terraplén, los pobladores cercanos quedan expuestos al aumento del riesgo hídrico.
El impacto ambiental es profundo. La fragmentación del ecosistema reduce drásticamente la biodiversidad y convierte un humedal dinámico en un territorio homogéneo, empobrecido y más vulnerable. En los predios destinados a ganadería intensiva y agricultura con agroquímicos, la filtración de sustancias químicas suma otro factor de amenaza, afectando los cuerpos de agua y la salud de las comunidades locales.
El avance de barrios privados también deja huellas visibles. Al impermeabilizar y compactar el suelo, estos emprendimientos alteran por completo la lógica del humedal: lo que antes absorbía y contenía el agua, ahora la rechaza y la desplaza hacia áreas vecinas, incrementando los riesgos de inundación.
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